Bodegas Torres reintroduce en la DO Penedès la primera variedad blanca autóctona de esta región vitivinícola que ha conseguido recuperar. Tras un largo proceso iniciado hace casi 15 años con el descubrimiento de una vieja cepa en su finca de Aiguaviva, en la zona del Montmell, la familia Torres apuesta ahora por esta variedad blanca por su gran potencial enológico, plantándola de manera experimental, mediante la técnica del reinjerto, en Aiguaviva.
Se trata de una variedad pre-filoxérica desconocida que toma el nombre de Selma en referencia al pueblo abandonado del mismo nombre situado en el macizo del Montmell, a poca distancia de la población donde fue descubierta. Sus vinos presentan matices vegetales y un punto especiados, sobre un fondo de fruta de árbol que recuerda las manzanas amarillas. En boca, son largos, con nervio y buena acidez.

Selma se convierte así en un nuevo testimonio de la recuperación del patrimonio vitivinícola y preservación de la memoria histórica de Catalunya de la mano de Bodegas Torres, que está trabajando actualmente con 35 variedades ancestrales desconocidas, de las cuales 6 tienen un gran interés enológico, sin contar las dos variedades que ya se están utilizando. Además, algunas de ellas están demostrando ser muy resistentes a las altas temperaturas y a la sequía, lo que las hace especialmente interesantes ante el cambio climático.
Más de tres décadas recuperando variedades antiguas
Bodegas Torres lleva más de treinta años investigando para recuperar variedades ancestrales. El impulsor fue Miguel A. Torres, miembro de la cuarta generación y actual presidente de la compañía, quien, tras cursar viticultura en la Universidad de Montpellier, puso en marcha el proyecto con la ayuda del entonces jefe de viticultura, Miquel Porta, en 1983. El primer paso consistió en hacer un llamamiento a los agricultores catalanes a través de la prensa local y comarcal, para que notificaran el hallazgo de viejas cepas que no supieran identificar. Las primeras llamadas no tardaron en llegar y a mediados de los ’80, Bodegas Torres descubrió, en las terrazas del Garraf, una cepa que más tarde se identificó como garró. Tras un largo proceso de 10 años para sanear, reproducir, estudiar la variedad y comprobar su potencial enológico, se plantó en la Conca de Barberà y pasó a formar parte del ensamblaje del primer Grans Muralles en 1996. Dos años más tarde, se descubrió una segunda variedad cerca de Querol, que también se incorporará a este vino de la Colección de la Familia Torres elaborado con variedades catalanas a partir de la añada 2009.
El proyecto de recuperación de variedades ancestrales de Bodegas Torres tuvo un impulso importante en el año 2000, bajo la dirección de Mireia Torres Maczassek, miembro de la quinta generación y entonces responsable de I+D+i, quien estableció una metodología científica y rigurosa mediante el uso de técnicas innovadoras.
