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29 mar 2016

Yubari: alta cocina japonesa en un paradisíaco entorno

Tartar de vieiras con huevas de salmón y lotus - Pol Aregall  
Helena Moreno Mata

Yubari es ese restaurante al que te asomas casi por timidez. Ese del que sabes que cuando salgas algo habrá cambiado en tu forma de entender la cocina. Entrar es como tener acceso a un tipo de fusión entre jungla y océano. Troncos de árbol por todo el salón y una gran pantalla donde se puede ver peces buceando como paisaje de fondo. Relajante. Pero algo inquietante.
Una gran barra de madera curvada; detrás de ella, dos cocineros preparan sushi y otros mejunges deliciosos. Los observo: están concentrados en su trabajo, pero no se les pasa saludar amablemente a nadie. Filosofía japonesa, dirán algunos. Lo cierto es que encontré grandes dosis de tradición nipona, y ya no sólo por el trato recibido. Vayamos al centro de la cuestión: los platos.

Empezamos el menú degustación con una ensalada templada de setas japonesas; me atrevería a afirmar que incluso los que detestan estos hongos quedarían prendados.
No fueron menos las gyozas de wagyu con puré de boniato, una carne exquisita para la preparación de platos gourmet de alto coste. Nada que ver con las gyozas que había probado hasta por aquel entonces. Un plato consta de dos; un único bocado y todo el sabor de esta variedad de ternera del Japón.

Gyozas de wagyu con puré de boniato - Pol Aregall 
Para compensar, tartar de vieiras con huevas de salmón y raíz de lotus crujiente y tataki de atún con tuétano glaseado y karashi casera, una salsa hecha a partir de la semilla de una especie de mostaza.
El tuétano es una de esas cosas que quizás te pensarías dos veces antes de probarlo, pero que en Yubari se te brinda ante los ojos como una oportunidad. Una oportunidad que no podía dejarse escapar. Su intenso y peculiar sabor consiguieron hacer de ese plato una experiencia diferente y única, sin llegar a mitigar el característico gusto del tataki. Por su intensidad, fue sin duda el plato más rompedor. Aunque las vieiras con salsa de miso caramelizado y jalapeño no tenían nada que envidiarle.

Tataki de atún con tuétano glaseado y karashi - Pol Aregall 
Sin duda, la selección de platos fue muy coherente con el lugar donde estábamos: un restaurante de cocina nipona con un toque vanguardista. Por ello que tan sólo los nigiris de atún y salmón fueran lo único que no me sorprendió. Aunque agradecida de su sabor, fueron el pequeño matiz que intentaba desmitificar el lugar; la justificación para entender que en Yubari se ofrece cocina tradicional japonesa. Independientemente de que sea más o menos innovadora.
Y algo que por otro lado los turistas agradecerán al saber que siempre estará ahí ese sushi tan deseado.

Simbología nipona - Pol Aregall
Cuando estoy a punto de terminarme una Asahi – cerveza también de Japón – reflexiono acerca de ese sitio. Observo a los comensales: todos parecen encontrar en Yubari el lugar para la armonía. Una especie de retiro espiritual perpetuado intensamente por la música relajante y el azuloso fondo de peces. Una tranquilidad que se acentúa por momentos cuando, después del postre, pedimos té japonés. Ni siquiera la explosión de sabores del último plato – el jardín de Cuba, con chocolate, avellana y té – consiguen irrumpir la calma que desprende ese lugar. Después, el té matcha me ayuda a recrear la sensación de que estoy en mitad del Oriente, literalmente rodeada de troncos de árboles y un pequeño jardín tropical al fondo.


Interior de Yubari - Pol Aregall