Los pimientos verdes fritos en versión 2.0 de Picnic

Helena Moreno Mata

Seamos sinceros: de brunch hay muchos, cada vez más. Es como si el fenómeno del desayuno-comida (y a la vez ni una cosa ni la otra) hubiera irrumpido sobre nosotros como una especie de necesidad, o, al menos, de algo que hay que probar. 

Es curioso porque lo que para los ingleses resulta lo más común a nosotros nos sigue dejando boca de gilipollas (perdón, de atontado). Los huevos Benedictinos se han convertido en un fenómeno también en Barcelona - como todo el mundo sabe, importante epicentro turístico - donde ya no sólo vemos a guiris comiéndolos. 

El viernes probé los de Picnic, un pequeño local del Borne. La presentación es la de siempre, pero muchos pagarían por ese beicon crujiente y esa salsa holandesa por encima. Aunque el plato fuerte de Picnic son los pimientos verdes fritos. Esos que te cocinaba tu abuela pero en versión 2.0 cocina “saludable”. Un sabroso y fino rebozado que cubre una hortaliza de siempre, acompañado de queso feta y salsa fresca de maíz. Brutales. Receta sencilla pero formidable. 

Más visto - pero no menos bueno - estaba el bagel con peixet de ternera, patatas fritas, chipotle mayo y huevo frito. No sé qué tiene ese panecillo que es capaz de absorber los sesos a casi cualquiera. Como con las turistas algo ruidosas de la mesa de enfrente, pero siendo consciente de que estoy en un lugar de reclamo. Todos parecen comer bien. Todos parecen estarse poniendo las botas. Yo también.

Cuando pido el postre, antes pregunto qué me recomiendan; crumble, me dice uno de los encargados. En realidad se llama kuchen crumble. Un bizcochito de textura similar al coulant - pero si el coulant es más bien una madalena, pensarán algunos - que se resquebraja y que está relleno de ciruela y creme frâiche.

¡Ah! Y nos recibieron con una copa de cava, pero lo digo ahora porque no quería que sonara pretencioso.