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24 feb 2016

Cocina saludable y a la vista: así es el retiro gastronómico de La Esquina


La Esquina
Interior de La Esquina / Pol Aregall 
Helena Moreno Mata

Desde la luz que ilumina un rincón hasta el íntimo claroscuro del fondo del local; la Esquina se empapa de lo excéntrico de la ciudad y el reposo que uno encuentra en un paradero natural. Se siente el bullicio de la calle en cuanto uno se asoma a la puerta, e inmediatamente la tranquilidad al seguir dentro.

Un modelo de restaurante que perpetúa esa sensación agradable a través de sus platos; una combinación de ingredientes saludables sin dejar en el olvido el pescado y la carne. Una fórmula que fusiona lo suculento y lo veggie de forma coherente y exquisita, y que, de paso, se carga el mito de que una cosa está reñida con la otra. 

El bonito confitado con tomate y aceitunas negras es uno de los platos que se ofrecieron en el menú Combi. También la ensalada de zanahoria, pasas, naranja y endivias, o la pasta con nueces y puerro. Aunque el que más logró sorprender fue la crema de coliflor y parmesano, de textura suave y líquida, con un toque de salvia.

La Esquina
Algunos de los platos de La Esquina / Pol Aregall
El menú incluye tres platos – a escoger entre ensaladas y verduras, carnes y pescados y pasta y legumbres – y permite combinarlos como se quiera. Algo que más allá de resultar cómodo y adaptable a los gustos del comensal dota a este de una mayor experiencia gastronómica: opciones distintas que adquieren una mayor dimensión al juntarse entre sí. 

Pero no por ello se pierde la meticulosidad; y es que sólo al ver la presentación esta se hace latente: el pan se sirve en una pequeña bolsa reciclable – de la que algunos podrían pensar bueno, una americanada más – que más allá de que de un aspecto de higiene resulta visualmente atractivo. Al menos, poco visto. 

Aunque no es sólo esa mitad exigencia mitad estética lo que desprende La Esquina: uno de sus cocineros está en el comedor. A modo casi de escaparate, visible para todos, mueve contínuamente las manos y no levanta ojo de la comida mientras tú observas el rigor y la tranquilidad con la que trabaja. De hecho, contemplarlo durante más de cinco minutos se convierte casi en un ritual gastronómico; algo que – queriéndolo o no – consigue darte la sensación de que estás en un entorno saludable y transparente. Sí, aquí la frase de comes lo que ves va bastante a rajatabla. 

La Esquina
Uno de los cocineros de La Esquina / Pol Aregall
Y además del cocinero, no puede pasarse por alto el otro extremo de la sala: el del café. En él se sienta aquél que necesita un respiro, o las amigas que han quedado para merendar. Un sofá de piel antiguo a un lado y una barra con taburetes al otro. En ella, lo más espectacular: una máquina de café parecida a aquella Ariete Café Retro redondeada y vanguardista. Y detrás, un barman rápido y eficaz. Tanto como los camareros que, con una sonrisa en la boca, van de aquí para allá pero atendiendo con mimo a cada uno de sus clientes. 

Aunque, si lo que se quiere es salir con una sensación dulce, antes que el café es necesario probar el tiramisú y el hojaldre de pera caramelizada con nutella. Dos postres que demuestran que a La Esquina además de innovar no le importa perfeccionar lo que ya existía. Y así, seguir apostando por un modelo de cocina que mira con cien ojos a la comida saludable y la elabora sin artificiosidades. Una cocina que, acorde con ese cocinero que se ve al entrar, es también un cierto escaparate de la naturalidad.
La Esquina
El tiramisú de La Esquina / Pol Aregall