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28 mar 2014

Boí Taüll: cuerpo románico en piedra, alma de romántica naturaleza

¿Qué impulsó a las gentes del valle de Boí a construir iglesias a unos cientos de metros unas de otras en esta tierra fría, aislada, de difícil acceso y poco poblada? ¿De dónde salieron aquellos artistas y obreros que con escasos medios supieron crear obras maestras para enseñanza de los fieles y gloria del Todopoderoso? La historia cuenta que fueron los señores de Erill, aliados y súbditos de Alfonso el Batallador, rey de Aragón, que participaron en sus campañas de repoblación y reconquista y que con los recursos obtenidos de los botines de guerra quisieron promocionar la construcción de las iglesias de la Vall de Boí, una manera de mostrar su poder y de adquirir prestigio social.

Pero, como ocurre muchas veces, la explicación es más hermosa si se atiende a las leyendas, y una de ellas cuenta una conmovedora historia de un trío amoroso. Al parecer, una chica rica de Erill la Vall, llamada Eulalia, se enamoró de Climent, un chico de buena familia de Taüll. Se amaban tanto que cada uno construyó una torre de seis pisos junto a su casa; así podían verse y hacerse señales con facilidad. Pero en su historia de amor apareció Joan de Boí, secretamente enamorado de Eulalia, y empezó a levantar también una torre para comunicarse con la chica y a la vez entorpecer y hacer sombra a su rival. Pero cuando iba por el tercer piso, una de esas crisis que ya entonces había, le hizo agotar el dinero y dejar la torre inacabada. El pobre Joan no pudo hacer otra cosa que resignarse a ver como los amantes se enviaban mensajes de amor. Pero cuando la pareja ya estaba a punto de casarse, Climent enfermó y murió. Al final de esta historia se reencontraron Eulalia y Joan, no se sabe si comieron perdices, que no abundan en la zona, pero sí que ambos llevaron una vida virtuosa y ejemplar.

Tan virtuosa y tan ejemplar que a su muerte el Papa los hizo santos, y los pueblos donde habían nacido los adoptaron como patrones. Sus casas se transformaron en iglesias y las torres de sus amores en campanarios. Esta historia explica por qué los tres campanarios (Erill, Boí y Taüll) trazan una línea recta que además apunta a Roma, y por qué el del medio es pequeño y grueso, mientras que los otros dos son más esbeltos.

Patrimonio de la Humanidad
Se haga caso a la historia o a la leyenda, lo cierto es que estas tres iglesias con sus monumentales campanarios, junto a otras cinco más y una pequeña ermita fueron declaradas por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en el emblemático año 2000. Quizá antes de adentrarse entre campanarios, ábsides y frescos de las iglesias, valga la pena hacer una visita al Centre del Romànic de la Vall de Boí, donde se puede organizar la ruta por el conjunto monumental. El conjunto románico de la Vall de Boí está formado por las iglesias de Sant Climent y Santa Maria de Taüll, Sant Joan de Boí, Santa Eulàlia de Erill la Vall, Sant Feliu de Barruera, la Nativitat de Durro, Santa Maria de Cardet, la Assumpció de Cóll y la ermita de Sant Quirc de Durro. 


Aunque todas son bellas, sin duda la joya del valle es la iglesia de Sant Climent de Taüll, de una sobriedad austera que hace destacar justamente lo mejor del arte románico y cuya silueta luce imponente desde el siglo XII dentro de uno de los más bellos paisajes de la naturaleza. La iglesia es pequeña y el campanario majestuoso. El interior decepciona un poco, pero es una sensación pasajera. En efecto, sus paredes están prácticamente vacías de pinturas aunque bien rehabilitadas. El impresionante Pantocrátor que lucía en el ábside central, la mejor pintura del románico catalán, fue arrancado de su lugar de origen en 1919 y se exhibe en el Museo Nacional de Arte de Cataluña. La tecnología ha cubierto el hueco con una espectacular proyección audiovisual animada que reproduce virtual y fielmente las pinturas originales del ábside mayor.

Naturaleza como espectáculo
Pero la Vall de Boí es mucho más que iglesias. Es historia y es naturaleza, cualquier época del año es buena para visitarlo. En invierno el paisaje adquiere un tono especial bajo la nieve y la estación de esquí se llena de actividad mientras los leños crepitan en las chimeneas; en primavera brotan las flores, reverdecen los árboles, truenan los arroyos y las manchas casi perennes de hielo y nieve ofrecen el adecuado contraste. En verano todo se llena de niños y familias que practican todo tipo de deportes y disfrutan de la gastronomía y de un clima benigno alejado de los calores de otros lugares. Pero es, probablemente, en otoño cuando la naturaleza ofrece su máximo espectáculo y el tornasolado de las hojas disfraza el valle con un manto de cálidas tonalidades.


El Parque Nacional d'Aigüestortes y Estany de Sant Maurici, único Parque Nacional en Cataluña, es un paraje fascinante con más de 200 lagos y numerosos ríos, barrancos y cascadas, uno de los enclaves naturales mejor conservados de los Pirineos y uno de los paisajes alpinos más hermosos y románticos de la península. El Parque Nacional ofrece, durante las cuatro estaciones del año, un programa de actividades que incluyen itinerarios con el servicio de guías interpretadores, salidas con raquetas de nieve en la época invernal, jornadas naturalistas, exposiciones, charlas y concursos que tienen como objetivo dar a conocer los principales valores naturales del Parque Nacional para mejorar la protección y la conservación de estos espacios privilegiados.

Tiempo de relax
Recorrer los caminos de la cultura y el arte o los senderos de la naturaleza puede resultar cansado. Para reponer fuerzas, una buena opción es el cercano balneario de Caldas de Boí, a 5 kilómetros de Erill la Vall, rodeado de parajes espectaculares, lagos, ríos y saltos de agua. Tiene un delicioso aire decadente, pero ofrece programas de salud auténticos y vanguardistas, gracias a los 37 manantiales de aguas mineromedicinales de diferentes composiciones y temperaturas, buenas para beber o para abrazarse a ellas.

Los que quieran disfrutar de todos los tesoros del valle, harán bien en alojarse en Boí Taüll Resort, un complejo turístico ideal para disfrutar de unas vacaciones en plena naturaleza y practicar diferentes actividades y deportes de montaña. Su principal instalación es la estación de esquí de Boí Taüll, la más alta del pirineo, con más de 45 kilómetros disponibles divididos en 48 pistas. El complejo tiene seis establecimientos hoteleros de todas las categorías, desde sencillos hoteles a bien equipados apartamentos y suites de lujo, un snowpark, numerosas atracciones para los más pequeños y un bien equipado spa con 1.200 m2 de instalaciones diseñadas para el bienestar de los sentidos. Y, naturalmente, Boí Taüll Resort también dispone de varios restaurantes donde disfrutar cocina internacional, pero también las especialidades de la zona, entre las que no pueden faltar la ensalada de montaña, el arroz a la cazuela con conejo y senderuelas, la sopa de pastor con tomillo, los canelones de setas, el bacañao al estilo de Taüll, los caracoles a la cazuela o la típica tortilla de “moixarrons” y “carreretes”.
Enrique Sancho